Cuando el entrenador no tiene marrón

Hace algo más de un año escribí un post que lo titulé "el marrón del entrenador". Agradecería una relectura en el siguiente link: http://futbolbegueta.blogspot.com.es/2011/09/el-marron-del-entrenador.html

Como es normal, creo que poca gente volverá a leer aquel escrito. Pues bien, más o menos trataba sobre la difícil situación del entrenador cuando tiene que elegir los componentes de una convocatoria, sobre algunas situaciones que se pueden dar en el vestuario para seguir un criterio de elección (a parte de la calidad futbolísitca, claro está). También hacía algunas reflexiones sobre cómo estas vivencias por parte del jugador, ayudaban a madurar a los más jóvenes.

Gran parte de la temporada anterior (no sé si decir incluso que toda), creo que encajaba bastante en estos razonamientos que acabo de resumir. A parte de los calentamientos de cabeza del cuerpo técnico ya comentados, irremediablemente estas situaciones provocaban un efecto sobre el juego del equipo: la gran competencia aumentaba el rendimiento global del conjunto. A los resultados me remito, y al respecto, como decía el alemán: "no hay nada más que desir". Pero, que pasa cuando la situación es completamente contraria: ¿qué pasaba cuando el entrenador no tenía "marrón"?. ¿Qué pasaba cuando el cuerpo técnico no tenía que elegir los componentes de una convocatoria?. Pues la consecuencia, inversamente al planteamiento anterior, es que estas situaciones irremediablemente provocaban un efecto sobre el juego del equipo: la falta de competencia disminuía el rendimiento global del conjunto. Lo digo, porque recuerdo perfectamente, años atrás (tranquilos, no voy a contar historietas de la abuela!!) cuando los martes éramos 8 o 10 jugadores entrenando. Evidentemente que los ejercicios ya no podían ser los previstos por el cuerpo técnico, pero lo más relevante era que, como jugador, sabías que asistiendo al entreno del jueves y cumpliendo, tenías asegurado un puesto en el once titular. Y por el contrario, si faltabas el martes, era muy difícil salir de inicio el domingo. Consecuencia: falta de competencia, falta de COMPETITIVIDAD, y por consiguiente, ganar cada fin de semana era misión complicada.

Al menos para mí (pero creo que lo puedo hacer extensible a la mayoría de los futbolistas), el deporte conlleva básicamente dos factores que lo hacen tan adictivo: la diversión y la comptitividad. A falta irremediable de lo segundo, hay que tirar mucho de lo primero: sesiones de entreno amenas, divertidas, innovadoras, que atraiga el deseo del jugador a participar. Ha habido épocas en lo que esto no se hacia, y recuerdo pensar: "buf, que palo, con el frío que hace y hay que ir a entreno..." Yo era de los que iba, pero estoy convencido que había compañeros que sucumbian ante la pereza. Consecuencia: costaba ganar horrores el domingo. Sin embargo, en otras épocas, cuando faltaban efectivos se hacian sesiones entretenidas, en las que (al menos los que acudíamos al entreno) a lo tonto a lo tonto se sudaba y trabajaba un montón. No conozco otra fórmula para compensar aquellas situaciones en las que éramos poca gente en los entrenos, que no sea volver a los origenes del fútbol, volver a la esencia del juego. Juego, si, he dicho juego, aunque a veces no seamos conscientes el fúbol es un juego.